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Capítulo 5
1 Entonces fue grande el clamor del pueblo y de sus mujeres contra los judíos sus hermanos. 2 Y había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, muchos; por tanto, hemos comprado grano para comer y vivir. 3 Y había decían: Hemos empeñado nuestras tierras, y nuestras viñas, y nuestras casas, para comprar grano en el hambre. 4 Y había decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. 5 Y ahora, que la carne de nuestros hermanos como nuestra carne, sus hijos como nuestros hijos; y he aquí que nosotros sujetamos nuestros hijos y nuestras hijas a esclavitud, y hay de nuestras hijas sujetas; mas no hay facultad en nuestras manos para rescatarlas, nuestras tierras y nuestras viñas de otros. 6 Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras. 7 Entonces lo medité para conmigo, y reprendí a los principales y a los magistrados, y les dije: ¿Tomáis cada uno usura de vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea. 8 Y les dije: Nosotros rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a los gentiles, conforme a la facultad que había en nosotros, ¿y vosotros aun vendéis a vuestros hermanos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder. 9 Y dije: No es bien lo que hacéis, ¿no andaréis en temor de nuestro Dios, por no ser el oprobio de los gentiles enemigos nuestros? 10 También yo, y mis hermanos, y mis criados, les hemos prestado dinero y grano; soltémosles ahora esta carga. 11 Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares, y sus casas, y la centésima del dinero y grano, del vino y del aceite que demandáis de ellos. 12 Y dijeron: Devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces convoqué los sacerdotes, y los juramenté que harían conforme a esto. 13 Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su hacienda a todo varón que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! Y alabaron al SEÑOR. Y el pueblo hizo conforme a esto. 14 También desde el día que me mandó que fuese capitán de ellos en la tierra de Judá, desde el año veinte del rey Artajerjes hasta el año treinta y dos, doce años, ni yo ni mis hermanos comimos el pan del capitán. 15 Mas los primeros capitanes que antes de mí, cargaron al pueblo, y tomaron de ellos por el pan y por el vino sobre cuarenta siclos de plata; a más de esto, sus criados se enseñoreaban sobre el pueblo; pero yo no hice así, a causa del temor de Dios. 16 Además de esto, en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos heredad; y todos mis criados juntos estaban allí a la obra. 17 También ciento cincuenta hombres de los judíos y magistrados, y los que venían a nosotros de los gentiles que en nuestros contornos a mi mesa. 18 Y lo que se aderezaba para cada día era un buey, seis ovejas escogidas, y aves también se aparejaban para mí, y cada diez días vino en toda abundancia; y con todo esto nunca requerí el pan del capitán, porque la servidumbre de este pueblo era grave. 19 Acuérdate de mí para bien, Dios mío, y de todo lo que hice a este pueblo.
Capítulo 6
1 Y fue que habiendo oído Sanbalat, y Tobías, y Gesem el árabe, y los demás nuestros enemigos, que había edificado el muro, y que en él no quedaba portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto puertas en las portadas), 2 Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven, y pactaremos juntos en las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal. 3 Y les envié mensajeros, diciendo: hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros. 4 Cuatro veces me enviaron sobre el mismo asunto por cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera. 5 Sanbalat me envió a su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, 6 en la cual estaba escrito: Se ha oído entre los gentiles, y Gesem dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, , según estas palabras, de ser tú su rey; 7 y que has puesto profetas que prediquen de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Rey en Judá! Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven, por tanto, y consultemos juntos. 8 Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas. 9 Porque todos ellos nos ponían miedo, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será hecha. Esfuerza pues mis manos, . 10 Vine luego en secreto a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Juntémonos en la casa de Dios dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte. 11 Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién hay como yo que entre al templo y viva? No entraré. 12 Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí, porque Tobías y Sanbalat le habían alquilado por salario. 13 Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado. 14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas obras suyos, y también de Noadías profetisa, y de los otros profetas que ponerme miedo. 15 Se terminó pues el muro el veinticinco del mes de Elul, en cincuenta y dos días. 16 Y cuando oyeron todos nuestros enemigos, temieron todos los gentiles que en nuestros alrededores, y cayeron mucho en sus ojos, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra. 17 Asimismo en aquellos días iban muchas cartas de los principales de Judá a Tobías, y las de Tobías venían a ellos. 18 Porque muchos en Judá se habían conjurado con él, porque era yerno de Secanías hijo de Ara; y Johanán su hijo había tomado la hija de Mesulam, hijo de Berequías. 19 También contaban delante de mí sus buenas obras, y le referían mis palabras. enviaba Tobías cartas para atemorizarme.
Capítulo 7
1 Y luego que el muro fue edificado, y asenté las puertas, y fueron señalados porteros y cantores y levitas, 2 Mandé a mi hermano Hanani, y a Hananías, príncipe del templo en Jerusalén (porque era éste, como varón de verdad y temeroso de Dios, sobre muchos); 3 y les dije: No se abran las puertas de Jerusalén hasta que caliente el sol; y aun los presentes, cierren las puertas, y atrancad. Y señalé guardas de los moradores de Jerusalén, cada cual en su guardia, y cada uno delante de su casa. 4 Y la ciudad espaciosa y grande, pero poco pueblo dentro de ella, y no casas reedificadas. 5 Y puso Dios en mi corazón que juntase los principales, y los magistrados, y el pueblo, para que fuesen empadronados por el orden de sus linajes; y hallé el libro de la genealogía de los que habían subido antes, y encontré en él escrito: 6 Estos los hijos de la provincia que subieron de la cautividad, de la transmigración que hizo pasar Nabucodonosor rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá cada uno a su ciudad; 7 los cuales vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Nahamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nehum, Baana. La cuenta de los varones del pueblo de Israel: 8 Los hijos de Paros, dos mil ciento setenta y dos; 9 los hijos de Sefatías, trescientos setenta y dos; 10 los hijos de Ara, seiscientos cincuenta y dos; 11 los hijos de Pahat-moab, de los hijos de Jesúa y de Joab, dos mil ochocientos dieciocho; 12 los hijos de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro; 13 los hijos de Zatu, ochocientos cuarenta y cinco; 14 los hijos de Zacai, setecientos sesenta; 15 los hijos de Binúi, seiscientos cuarenta y ocho; 16 los hijos de Bebai, seiscientos veintiocho; 17 los hijos de Azgad, dos mil seiscientos veintidós; 18 los hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete; 19 los hijos de Bigvai, dos mil sesenta y siete; 20 los hijos de Adín, seiscientos cincuenta y cinco; 21 los hijos de Ater, de Ezequías, noventa y ocho; 22 los hijos de Hasum, trescientos veintiocho; 23 los hijos de Bezai, trescientos veinticuatro; 24 los hijos de Harif, ciento doce; 25 los hijos de Gabaón, noventa y cinco; 26 los varones de Belén y de Netofa, ciento ochenta y ocho; 27 los varones de Anatot, ciento veintiocho; 28 los varones de Bet-azmavet, cuarenta y dos; 29 los varones de Quiriat-jearim, Cafira y Beerot, setecientos cuarenta y tres; 30 los varones de Ramá y de Geba, seiscientos veintiuno; 31 los varones de Micmas, ciento veintidós; 32 los varones de Bet-el y de Hai, ciento veintitrés; 33 los varones del otro Nebo, cincuenta y dos; 34 los hijos del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro; 35 los hijos de Harim, trescientos veinte; 36 los hijos de Jericó, trescientos cuarenta y cinco; 37 los hijos de Lod, Hadid, y Ono, setecientos veintiuno; 38 los hijos de Senaa, tres mil novecientos treinta. 39 sacerdotes: los hijos de Jedaía, de la casa de Jesúa, novecientos setenta y tres; 40 los hijos de Imer, mil cincuenta y dos; 41 los hijos de Pasur, mil doscientos cuarenta y siete; 42 los hijos de Harim, mil diecisiete. 43 levitas: los hijos de Jesúa, de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, setenta y cuatro. 44 cantores: los hijos de Asaf, ciento cuarenta y ocho. 45 porteros: los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita, los hijos de Sobai, ciento treinta y ocho. 46 netineos: los hijos de Ziha, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot, 47 los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón, 48 los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai, 49 los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gahar, 50 los hijos de Reaía, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda, 51 los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paseah, 52 los hijos de Besai, los hijos de Mehunim, los hijos de Nefisesim, 53 los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harhur, 54 los hijos de Bazlut, los hijos de Mehída, los hijos de Harsa, 55 los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema, 56 los hijos de Nezía, y los hijos de Hatifa. 57 Los hijos de los siervos de Salomón: los hijos de Sotai, los hijos de Soferet, los hijos de Perida, 58 Los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel, 59 los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poqueret-hazebaim, los hijos de Amón. 60 Todos los netineos, e hijos de los siervos de Salomón, trescientos noventa y dos. 61 Y éstos los que subieron de Tel-mela, Tel-harsa, Querub, Adón, e Imer, los cuales no pudieron mostrar la casa de sus padres, ni su linaje, si eran de Israel: 62 Los hijos de Delaía, los hijos de Tobías, los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos. 63 Y de los sacerdotes: los hijos de Habaía, los hijos de Cos, los hijos de Barzilai, el cual tomó mujer de las hijas de Barzilai galaadita, y se llamó del nombre de ellas. 64 Estos buscaron su registro de genealogías, y no se halló; y fueron echados del sacerdocio. 65 Y les dijo el Tirsata ( ) que no comiesen de las ofrendas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim. 66 Toda la congregación como un era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta, 67 sin sus siervos y siervas, que siete mil trescientos treinta y siete; y entre ellos doscientos cuarenta y cinco cantores y cantoras. 68 Sus caballos, setecientos treinta y seis; sus mulos, doscientos cuarenta y cinco; 69 camellos, cuatrocientos treinta y cinco; asnos, seis mil setecientos veinte. 70 Y algunos de los príncipes de las familias dieron para la obra. El Tirsata dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones, y quinientas treinta vestiduras sacerdotales. 71 Y de los príncipes de las familias dieron para el tesoro de la obra, veinte mil dracmas de oro, y dos mil doscientas libras de plata. 72 Y lo que dio el resto del pueblo fue veinte mil dracmas de oro, y dos mil libras de plata, y sesenta y siete vestiduras sacerdotales. 73 Y habitaron los sacerdotes y los levitas, y los porteros, y los cantores, y del pueblo, y los netineos, y todo Israel, en sus ciudades. Y venido el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades.
Capítulo 8
1 Y se juntó todo el pueblo como un varón en la plaza que delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba, que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual mandó el SEÑOR a Israel. 2 Y Esdras el sacerdote, trajo la ley delante de la congregación, así de varones como de mujeres, y de todo entendido para escuchar, el primer día del mes séptimo. 3 Y leyó en el delante de la plaza que delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de varones y mujeres y entendidos; y los oídos de todo el pueblo estaban al libro de la ley. 4 Y Esdras el escriba estaba sobre un púlpito de madera, que habían hecho para ello; y junto a él estaban Matatías, y Sema, y Anías, y Urías, e Hilcías, y Maasías, a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, y Malquías, y Hasum, y Hasbadana, Zacarías, y Mesulam. 5 Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo (porque estaba más alto que todo el pueblo); y cuando abrió, todo el pueblo estuvo atento. 6 Bendijo entonces Esdras al SEÑOR, Dios grande. Y todo el pueblo respondió, ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron, y adoraron al SEÑOR inclinados a tierra. 7 Y Jesúa, y Bani, y Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán, Pelaía, levitas, hacían al pueblo la ley entendiese; y el pueblo en su lugar. 8 Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y pusieron el entendimiento, y entendieron la escritura. 9 Y Nehemías el Tirsata, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían atento al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es al SEÑOR nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. 10 Y les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen aparejado; porque día santo es a nuestro Señor; y no os entristezcáis, porque el gozo del SEÑOR es vuestra fortaleza. 11 Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, que es día santo, y no os entristezcáis. 12 Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a enviar porciones, y a gozar de gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado. 13 Y al día siguiente se juntaron los príncipes de las familias de todo el pueblo, sacerdotes, y levitas, a Esdras escriba, para entender las palabras de la ley. 14 Y hallaron escrito en la ley que el SEÑOR había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en cabañas en la fiesta del mes séptimo; 15 y que hiciesen , pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramos de oliva, y ramos de pino, y ramos de arrayán, y ramos de palmas, y ramos de árbol espeso, para hacer cabañas como está escrito. 16 Salió, pues, el pueblo, y trajeron, y se hicieron cabañas, cada uno sobre su terrado, y en sus patios, y en los patios de la Casa de Dios, y en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. 17 Y toda la congregación que volvió de la cautividad hicieron cabañas, y en cabañas habitaron; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande. 18 Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el postrero; e hicieron la fiesta por siete días, y al octavo día congregación, según la ordenanza.
Capítulo 9
1 Y el día veinticuatro del mismo mes se juntaron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio, y tierra sobre sí. 2 Y ya se había apartado la simiente de Israel de todos los extranjeros; y estando , confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres. 3 Y puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la ley de su Dios cuatro veces al día, y cuatro veces confesaron y adoraron al SEÑOR su Dios. 4 Se levantaron sobre la grada de los levitas, Jesúa y Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en voz alta al SEÑOR su Dios. 5 Y dijeron los levitas, Jesúa y Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid al SEÑOR vuestro Dios eternalmente; y bendiga el nombre de tu gloria; alto sobre toda bendición y alabanza. 6 Tú, oh SEÑOR, eres solo; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con toda su ejército; la tierra y todo lo que en ella; los mares y todo lo que en ellos; y vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran. 7 Tú, eres oh SEÑOR, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y pusiste su nombre Abraham; 8 y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste con él alianza para darle la tierra del cananeo, del heteo, y del amorreo, y del ferezeo, y del jebuseo, y del gergeseo, para darla a su simiente; y cumpliste tu palabra, porque eres justo. 9 Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el mar Bermejo; 10 y diste señales y maravillas en Faraón, y en todos sus siervos, y en todo el pueblo de su tierra; porque sabías que habían hecho soberbiamente contra ellos; e hiciste nombre grande, como este día. 11 Y dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio de él en seco; y a sus perseguidores echaste en lo profundo, como una piedra en grandes aguas. 12 Y con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir. 13 Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos; 14 y les diste a conocer el sábado de tu santidad, y les prescribiste, por mano de Moisés tu siervo, mandamientos y estatutos y ley. 15 Y les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la piedra; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano que se la habías de dar. 16 Mas ellos y nuestros padres hicieron soberbiamente, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos, 17 y no quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión poner caudillo para volverse a su servidumbre. Tú empero, Dios de perdones, clemente y piadoso, tardo para la ira, y de mucha misericordia, porque no los dejaste. 18 Además, cuando hicieron para sí becerro de fundición, y dijeron: Este tu Dios que te hizo subir de Egipto; y cometieron grandes abominaciones; 19 Tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto; la columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. 20 Y diste tu espíritu bueno para enseñarles, y no detuviste tu maná de su boca, y agua les diste en su sed. 21 Y los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. 22 Y les diste reinos y pueblos, y los distribuiste por cantones; y poseyeron la tierra de Sehón, y la tierra del rey de Hesbón, y la tierra de Og, rey de Basán. 23 Y multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los metiste en la tierra, de la cual habías dicho a sus padres que habían de entrar para heredarla. 24 Porque los hijos vinieron y poseyeron la tierra; y humillaste delante de ellos a los moradores de la tierra, los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a los pueblos de la tierra, para que hiciesen de ellos a su voluntad. 25 Y tomaron ciudades fortalecidas, y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles de buenos frutos; y comieron, y se saciaron, y se engordaron, y se deleitaron en tu gran bondad. 26 Pero enojaron, y rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti; e hicieron grandes abominaciones. 27 Y los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron; y en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tus muchas miseraciones les dabas salvadores, que los salvasen de mano de sus enemigos. 28 Mas teniendo reposo, se volvían a hacer lo malo delante de ti; por lo cual los dejaste en mano de sus enemigos, que se enseñorearon de ellos; pero convertidos clamaban otra vez a ti, y tú desde los cielos los oías, y según tus miseraciones muchas veces los libraste. 29 Y les protestaste que se volviesen a tu ley; mas ellos hicieron soberbiamente, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus juicios (los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá); y dieron hombro renitente, y endurecieron su cerviz, y no escucharon. 30 Y alargaste sobre ellos muchos años, y los protestaste con tu espíritu por mano de tus profetas, mas no escucharon; por lo cual los entregaste en mano de los pueblos de la tierra. 31 Pero por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los dejaste; porque eres Dios clemente y misericordioso. 32 Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte y terrible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que nos ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres, y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día. 33 Pero tú justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo; 34 y nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes, y nuestros padres, no pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos ni a tus testimonios con que les protestabas. 35 Y ellos en su reino y en tu mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras. 36 He aquí que hoy somos siervos, henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. 37 Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestras bestias, conforme a su voluntad, y estamos en gran angustia. 38 A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel alianza, y escribimos, signada de nuestros príncipes, de nuestros levitas, y de nuestros sacerdotes.
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